sábado, 17 de mayo de 2014

Fallece el científico argentino que desafió a Monsanto

Andrés Carrasco

Hace pocos días falleció, a los 67 años de edad, Andrés Carrasco. Era uno de los pilares de una encarnizada lucha contra los planes de una de las grandes multinacionales de la agroquímica. Una clásica lucha de David contra Goliat que tenía por escenario los campos de Sudamérica a cuento de los cultivos de soja transgénica de Monsanto atiborrados de los pesticidas de la misma multinacional.
Nuestro "David", el doctor Carrasco, era paladín de una Ciencia cuyas evidencias tantas veces no quieren ser escuchadas por los gobiernos cuando los datos objetivos ponen en cuestión los beneficios económicos de algunas grandes compañías.
En el caso de Argentina, donde la complicidad gubernamental con los intereses de Monsanto alcanza niveles verdaderamente ruborizantes (como puede verse si uno echa mano de Youtube para ver a la propia Cristina Fernández de Kirchner acarameladísima con la multinacional americana en diversos actos públicos), ser un científico así, un científico que apuesta porque la Ciencia sirva para proteger la salud de las personas puede tener un precio.
Para el doctor Andrés Carrasco  lo tuvo. Pero, evidentemente, él lo pagó a gusto, aunque no sin poco cabreo. Ya que era un hombre de carácter, como pude percibir la vez que tuve el honor de conocerle, si bien de forma atropellada, como tantas veces hacemos los periodistas, hace como un par de años, cuando pasó por Madrid con motivo de un congreso de salud ambiental organizado por la Fundación Vivo Sano.
Nos habló acerca de los millones de litros de pesticidas que se estaban usando en la soja de Argentina, los casos de cáncer, las malformaciones,... Había cruzado el Atlántico para divulgar aquí también los problemas que se padecían en su país, como tantas otras veces, antes y después de aquello, hasta el momento de su muerte, había hecho. No paraba.
Era biólogo molecular de la Universidad de Buenos Aires donde presidió el laboratorio de embriologia, y llegó a presidir también nada menos que el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET ) . Contaba en su haber muchas investigaciones, especialmente sobre desarrollo embrionario de los vertebrados. Pero el estudio que le hizo más célebre, y a la vez el más molesto para ciertos intereses económico-políticos en su país y fuera de él  fué la investigación que publicó en el año 2010 sobre el glifosato, el herbicida estrella de la multinacional Monsanto, el veneno mata hierbas más vendido del planeta.
Descubrió que el herbicida que había llegado a presentarse incluso como "beneficioso para el medio ambiente" era devastador para los embriones de los anfibios. Y el problema era que lo que se veía en las ranas podía tener también implicaciones en humanos.
De hecho,  lo que hizo que Carrasco se interesase por la sustancia fue el haber sabido de los incrementos de defectos de nacimiento en una serie de comunidades agrícolas después de que se produjese la gran expansión de los cultivos de soja transgénica resistente al glifosato y, por lo tanto, generosamente regados con la sustancia.
Curiosamente, los tipos de defectos que se daban en los anfibios expuestos a niveles bajísimos del glifosato eran muy similares a los que se veían en las personas. Según parece, el glifosato podría afectar a los niveles de ácido retinoico, una sustancia que actúa como mensajero celular haciendo que , entre otras cosas, se expresen los genes relacionados con la formación de los órganos y extremidades. Unos mecanismos básicos compartidos por vertebrados como ranas y humanos. Además, el ácido retinoico puede tener un papel importante, también, en la defensa del organismo frente al cáncer y otros problemas.
Los movimientos sociales que habían ido creándose ante los estragos sanitarios -cánceres, malformaciones,...- que se veían en las enormes extensiones de soja transgénica, vieron un apoyo a lo que mostraban los estudios del investigador. Y este, además, decidió convertirse en un firme aliado de ésos movimientos y dedicó una enorme cantidad de tiempo a apoyar a todas las personas que se resistían a las fumigaciones. Estaba profundamente impactado por el sufrimiento humano que se estaba dando, como el de las madres del barrio Ituzaingó de la ciudad de Córdoba.
El doctor insistía una y otra vez en que cuando un científico descubre algo que puede causar impacto en la salud pública tiene la obligación de denunciarlo, y no sólo de publicarlo en una revista técnica dirigida a públicos restringidos y donde bien puede ser que no sirva de mucho.
Pronto comenzó a recibir amenazas, intentos de desacreditarle y toda la retahíla acostumbrada, incluídas campañas contra él desarrolladas por importantes diarios de aquella nación. No en balde, el agro-negocio químico -singularmente el de Monsanto- no es cualquier cosa en Argentina, sino algo de unas proporciones enormes y con muchos tentáculos. Incluso en la propia entidad que en tiempos presidió, el CONICET.
 El propio Ministro de Ciencia de Argentina llegó a denunciarle ante un comité de ética científica. Como si fuese una falta de "ética" que un científico hiciese algo, basado en sus investigaciones, por defender la salud de las personas en lugar de callarse para no molestar a ciertos negocios. El escándalo que se produjo cuando se supo la maniobra hizo que la cosa no quedara en nada. Pero es que Andrés Carrasco llegó a aparecer incluso en los documentos de Wikileaks, gracias a los cuales se supo que fué investigado desde la embajada americana que hacia lobby a favor de Monsanto.
Una de las consecuencias que pudo pagar por su labor fue el bloqueo de una promoción que había solicitado como investigador. Se denunció que en el tribunal que se lo denegó había personajes pintorescos incluido alguno ligado a los agronegocios.
Se le bloqueó algo harto merecido. Pero uno siempre puede preguntarse y más ahora que ha muerto, de qué le habría servido si hubiése tenido que pagarlo con un silencio ominoso acerca de algo que podía estar causado estragos en la salud de muchas personas humildes. Al fin y al cabo, son cosas que no sirven de nada cuando uno deja este mundo, pero si uno deja este mundo habiendo intentado hacer algo en favor de la Vida, como quería él en su particular cruzada contra un biocida es, de algún modo, como si hubiese muerto menos.
Ha querido la providencia que, más o menos, venga a coincidir la muerte de este científico argentino, con el 50 aniversario de la muerte de una persona que marcó un hito en el inicio de la misma lucha: la científica norteamericana Rachel Carson que con su libro Primavera silenciosa alertó, allá por los años 60, del peligro de los pesticidas para la naturaleza y la salud humana.
En uno de sus escritos la científica dijo que "sentía la solemne obligación de hacer lo que pudiera". Sin duda lo mismo que debía sentir Andrés Carrasco al bajar para ayudar a las personas de ésa torre de marfil, tan cómoda, en la que se refugian tantos científicos (o más bien, a veces,  "científicos", cuando se trata de la pseudociencia mercenaria que no tiene empacho en difundir estudios falsos para amparar los intereses de quienes les pagan).
En el transcurso de sus investigaciones , Andrés Carrasco había descubierto los peligros inherentes al pesticida y, llegado un momento, vió que no le cabía otra que actuar.
Al parecer, según se cuenta,  estaba pescando solo, en plena naturaleza, y en medio de ésa soledad, cuando escuchó como un grito en su interior, la voz de su conciencia, que le hizo decir, "tengo que hacer algo". Y así fue cuando no solo  publicaría los resultados en una revista científica, sino también se puso en contacto con periodistas para asegurarse de que ésos conocimientos llegasen a la población y se hiciese algo, de verdad, en favor de la salud.
El científico insistía en la necesidad de que se reevaluase la toxicidad del glifosato, veneno amparado hoy por unas instancias oficiales que suelen tener más en cuenta los estudios realizados por la propia industria, y frecuentemente secretos, que los que publican muchos investigadores en revistas científicas de referencia.
Que en paz descanse el doctor Carrasco porque en paz merece estar quien supo dedicar sus últimos años a estar con los que sufren.

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