jueves, 25 de septiembre de 2014

Entre Ríos, libre de represas



El 25 de setiembre es en Entre Ríos el “día de la libertad de los ríos” dispuesto por la Legislatura provincial después de un intento fallido por represar el Paraná a la altura de Villa Urquiza.

En Entre Ríos se construyó la represa de Salto Grande, en el río Uruguay al norte de Concordia, con la consecuencia del anegamiento de la vieja ciudad de Federación y la generación de un cinturón de miseria en la llamada “Capital del Citrus”.
Luego, cuando se quiso construir otra represa en el Paraná a la altura de la isla del Chapetón, frente a Villa Urquiza, una reacción generalizada de una población ya inmunizada llevó a la legislatura a votar una ley que establece que la provincia es “libre de represas” y que el 25 de setiembre es el día de la libertad de los ríos.
La energía que proveen las centrales como Salto Grande es limpia y renovable, pero tiene inconvenientes derivados del impacto ambiental de los embalses.
La construcción de las grandes presas genera efectos negativos sobre el entorno durante el periodo de construcción y en ocasiones permanentes, como fue la pérdida definitiva de la Vieja Federación.
Las presas hidroeléctricas modifican el hábitat de muchas especies y destruyen en gran medida toda la vegetación lindante, además de afectar el ciclo natural de los peces, al constituir un obstáculo artificial.
Muchas regiones de la Tierra enfrentan ya problemas de abastecimiento de agua y la que debe destinarse a la población, al ganado y a los cultivos no es suficiente. No hay entonces suficiente para la represa. En Salto Grande, construida en un río que debe llevar un caudal medio de 6000 metros cúbicos de agua por segundo, muy poco tiempo hay suficiente para permitir el trabajo a pleno de sus 14 turbinas y en ocasiones trabaja una sola.
Tanto Salto Grande como el Chocón o Yacyretá, las grandes centrales hidráulicas argentinas, y las menores como Alicurá, Piedra del Águila, Planicie Banderita y Futaleufú, están lejos del gran centro de consumo que es Buenos Aires.
Por eso se hizo necesario el tendido y mantenimiento de costosísimas redes de distribución de electricidad en alta tensión, que no solo provocan pérdidas inevitables de energía sino que generan otro impacto ambiental que está siendo cada vez mejor conocido y más rechazado.
En Federación, los habitantes de la ciudad sepultada bajo el agua del lago de Salto Grande se estaban mudando con tristeza sin medida a las casas de la nueva ciudad, que parecía un desierto bajo del sol de verano. Dejaban la vieja ciudad ahogada en agua, como ellos en penas, la ciudad que había crecido orgánicamente durante siglos, donde cada casa tenía su historia y sus moradores conocían las familias de sus vecinos desde generaciones como conocían desde el nacimiento, porque los habían plantado, los cercos vivos de sus terrenos.
En la ciudad nueva los vínculos que trenzó largamente el afecto se cortaron de golpe, para dejar los muñones. Los viejos pobladores, en momentos de bajante del río, iban a la ciudad vieja a instalar sus sillas sobre en las baldosas remanentes de la que había sido su casa demolida.
Cada cual quedó separado de su vida anterior en una vivienda igual a todas, levantada en un terreno extraño, igual a cualquiera. Había publicitadas algunas ventajas: las casas tenían termotanques eléctricos porque la energía de Salto Grande, a la que Federación se había sacrificado, iba a costar muy poco.
La obra de la represa ya había terminado y lo que dejó hasta ahora fue un cinturón de miseria sobre todo en Concordia que no había sido comentado por los que prometían trabajo, progreso, etc, etc. Pronto les llegó la hora a los habitantes de la Nueva Federación de mandar al galponcito del olvido los termotanques eléctricos, porque a ellos la energía, según la boleta, les costaba más que en Buenos Aires, para la que en realidad se había hecho la obra.

De la Redacción de AIM 
http://www.chajarialdia.com.ar/nota.php?id=25923

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