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martes, 15 de marzo de 2016

Fumigaciones en la mira. Dengue, zika y los toxicos que promociona la industria química-farmacéutica. Por Darío Aranda, Pag 12.

Médicos e investigadores afirman que la utilización de tóxicos que promociona la industria química-farmacéutica contra el Aedes aegypti no soluciona la propagación del virus del dengue y el zika y además afecta la salud de la población.

Por Darío Aranda

Con más de 16.000 casos de dengue en Argentina y el avance del zika en América latina, las empresas de agrotóxicos llevan adelante una campaña de promoción de fumigaciones con numerosos químicos para, publicitan, controlar los mosquitos. Médicos e investigadores afirman que, otra vez, la industria química-farmacéutica hace negocios con la salud de la población. “La bibliografía científica y la praxis en promoción de salud permiten sostener que la química tóxica y la biotecnología transgénica están muy lejos de ser parte de la solución y podríamos decir que son parte del problema”, afirmó Damián Verzeñassi, de la Universidad Nacional de Rosario.
La Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe) envió un comunicado el 10 de febrero con el título “evitar el dengue, fiebre chikungunya y zika es posible”. Anunció un “importante brote” para marzo y alertó que “puede ser potencialmente mortal”. Propuso “tomar medidas de prevención” y ofertó sus productos: “Existen diversos insecticidas que nos permiten frenar la proliferación del mosquito y así salvar vidas humanas y malformaciones”.
Entre los socios de Casafe sobresalen Syngenta, Monsanto, Basf, Bayer, Dow, Dupont, Nufarm y Rizobacter. Cinco días después, volvió a enviar el comunicado y el 29 de febrero insistió: “En todo el país se están desarrollando tareas de fumigación y para lograr que el trabajo se realice de manera adecuada y eficaz se recomienda mantener abiertas las puertas y ventanas de las viviendas para que entre la ‘nube de pulverización’”.
Javier Souza Casadinho, docente de la Facultad de Agronomía de la UBA y coordinador regional de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas de América latina (Rapal), explicó que el insecticida permetrina (recomendado por Casafe) impacta “en el sistema nervioso central, pudiendo provocar convulsiones, temblores, ansiedad, alergias, malestares gástricos; también está incluida en la lista de plaguicidas relacionados con problemas de fertilidad masculina y la EPA (agencia regulatoria de Estados Unidos) advierte de posibles efectos sobre el sistema reproductor femenino e incidencia en el cáncer de mama”.
Souza Casadinho afirmó que el químico fenitrotion (otro de los recomendados por las empresas de agrotóxicos) está prohibido en la Unión Europea y “severamente cuestionado por instituciones en la Argentina (entre ellos, el defensor del Pueblo) porque puede causar disrupción endocrina, afectando el crecimiento y reproducción de los seres humanos”.
El ministro de Salud, Jorge Lemus, admitió el 6 de febrero que “se está trabajando fuerte en las fumigaciones”, aunque reconoció que el mosquito Aedes aegypti (transmisor de la enfermedad) “ya es resistente a los químicos”. Lejos de abandonar la vía tóxica, el ministro propuso “cambiar las sustancias” para fumigar.
Damián Verzeñassi, de la Cátedra de Salud Socioambiental de la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario, comenzó con una pregunta: “¿No llama la atención que los mismos que ‘descubrieron’ la epidemia de la gripe A H1N1 (luego reconocida como falsa), y que beneficiaron a la industria farmacéutica hoy aparezcan con este ‘nuevo mal’ al mismo tiempo que florecen como única opción el regresar a químicos como el DDT o similares y junto a ello infestar nuestros territorios de un mosquito transgénico que fracasó ya Brasil (donde fue liberado para controlar al Aedes)?”. Y cuestionó que “los mismos responsables de las fumigaciones denunciadas por las comunidades y por la epidemiología como responsables de daños graves en la salud (como malformaciones, neoplasias, abortos espontáneos, entre otros) se presenten como los portadores de la solución a partir de sus químicos tóxicos”. Recordó que los investigadores de la Asociación Brasileña de Salud Colectiva (Abrasco) cuestionó el uso de larvicidas para combatir a los mosquitos y también explicitaron la sospecha de que los químicos (y no el virus del zika) están involucrados en el incremento de casos de microcefalia.
La Organización Mundial de la Salud difundió la supuesta relación directa entre zika y microcefalia. La entidad informó el 29 de febrero que se detectó zika en 49 países, pero sólo microcefalia en Brasil. Otro elemento lo sumó el Instituto Nacional de Salud de Colombia, que acaba de reportar 47.000 casos de Zika, de las cuales 8900 son mujeres embarazadas y no se presentó ningún caso de microcefalia.
Rafael Lajmanovich es investigador del Conicet, doctor en ciencias naturales y profesor de ecotoxicología en la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Hace 18 años que estudia el impacto de los agroquímicos y cuenta con más de ochenta publicaciones científicas. “Todos los insecticidas (piretroides, fosforados y BT) que se utilizan contra los mosquitos son tóxicos para la fauna silvestre y en mayor o menor medida también para los humanos”, aseguró. Y remarcó que el dengue-zika tiene directa relación con la tropicalización del clima, el recalentamiento del planeta y la agricultura industrializada. “Es conocido que este vector (el mosquito) prolifera más en sitios mal urbanizados y pobres. Está de más explicar la relación entre el modelo productivo argentino, la pobreza y la precarización de las grandes ciudades. Sin dudas hay que plantear a corto plazo el ‘control’ de la epidemia pero si no cambiamos el modelo es claro que ningún insecticida nos salvará”, alertó Lajmanovich.

domingo, 29 de marzo de 2015

Hay que pegarles un tiro

Esta nota comienza cuando uno lee las amenazas contra los ambientalistasnora toia opinión


Hoy los municipios concentran poder; poder judicial, policial, político  y social.  Hoy los municipios concentran el negocio de la obra pública, la libertad para operar sobre la salud de la población permitiendo la contaminación en todas sus acepciones y por lo tanto se gobierna mintiendo y alguien lo tiene que decir.   Intendentes, jueces y concejales ya no son representantes de la salud pública y la lucha contra el avasallamiento de los derechos; acaso somos víctimas de lo que se cocina a espaldas de la representación que las comunidades les diera con el voto.
Aquí empiezan los negocios de muchos intendentes de la provincia de Buenos Aires, ligados al modelo agroindustrial que firmara  Felipe Solá, cuando era ministro de Menem.
Podremos escribir sobre la química contra la historia y la memoria; la química contra la salud y la vida; la química y la desertificación; la soja y el dengue; la  química y los defensores de los agroquímicos que se organizan para saquear la salud;  y sobre La química y la complicidad con el  poder.
Pero esta nota comienza cuando uno lee, estas amenazas contra ambientalistas, ONGs y proteccionistas:
“Que burros que son estos ambientalistas, hay que pegarles 1 tiro a cada uno”…o “los van a desaparecer como lo hacían en la dictadura”, y aquí surge la desertificación del alma tan temida, la indiferencia.
A los argentinos cumplir con la ley nos cuesta, y mientras sigue el debate, la gente enferma; mientras el discurso protege a las fumigaciones, los niños enferman y otros pierden la vida. Mientras se violan los espacios aéreos desde pistas clandestinas de aterrizaje para fumigar sobre la población y las escuelas, desde el poder se los protege y los productores impunes son defendidos por los intereses de la región.
Se gobierna mintiendo en la Provincia de Buenos Aires igual que en Córdoba que le ha costado la pérdida del 95% de sus bosques nativos y de acuíferos y hoy vemos que no pueden parar las inundaciones como consecuencia de producir estas  embestidas contra la naturaleza; se gobierna y no se dice, entre otras cosas  que el dengue es producto de la sojización.
Se fumiga contra la ley, porque este negocio pone en el centro del tema a los intendentes que tienen muchas has para cultivo de soja y necesitan complicidades de ingenieros agrónomos, fumigadores y del poder judicial
La vida no vale nada a estas alturas. Hay un gran desconocimiento sobre el impacto que sobre la salud se produce con los Agrotóxicos, o agrocidas, y no porque no se levanten banderas legítimas en todo el mundo, mientras la gente sigue enfermando por agroquímicos prohibidos.
Las empresas ubicadas cerca de los puertos, y los puertos mismos no son menos culpables de la contaminación de nuestra agua, de nuestro aire, de nuestra humanidad empobrecida y empequeñecida por un poder que no retrocede.  Contaminación dolosa es la figura por la cual se han logrado avances jurídicos, pero para eso hacen falta jueces probos, hombres de la ley que no teman a la justicia divina por avalar enfermedad y muerte.
La vida no vale nada para estos poderosos que se creen dueños de las vidas que empobrecen y dañan hasta la discapacidad. Otro tema que nos debería doler a muchos pero que atrae poca atención en el colectivo social, hasta que una enfermedad dispara contra todos los pronósticos que se defendían o se ignoraban, o se miraban de costado.
La indiferencia mata, a la larga también mata y en peor grado que los agrotóxicos y sus telarañas de poder teñidas de muerte.
Alerta, estas amenazas no deben quedar en la nada.  Argentina, te miramos.
Fuente:  http://diariosn24.com/?p=4268

Confirmado: la OMS ratificó que el glifosato de las fumigaciones puede provocar cáncer

“Hay pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin)” y por otra parte el herbicida “también causó daño del ADN y los cromosomas en las células humanas”. De ese modo, la Organización Mundial de la Salud confirmó lo que hace más de una década afirman pueblos fumigados, vecinos en lucha, organizaciones sociales y académicos que no responden al sector empresario. Detalles de informe, en esta crónica exclusiva para lavacaDarío Aranda.
Andrés Carrasco y las Madres de Ituzaingó, Córdoba. Las denuncias de vecinas y de científicos, ratificadas por la OMS
Andrés Carrasco y las Madres de Ituzaingó, Córdoba.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), máximo espacio internacional en materia sanitaria, acaba de alertar sobre la vinculación del herbicida glifosato (el más utilizado en el mundo) y el cáncer. Confirmó que existen “pruebas” de que el herbicida puede producir cáncer en humanos y en animales de laboratorio. “También causó daño del ADN y en los cromosomas en las células humanas”, alerta el trabajo científico y detalla que se detectó glifosato en agua, alimentos, y en sangre y orina de humanos. El glifosato se utiliza de manera masiva en soja y maíz transgénicos (entre otros cultivos) y desde hace más de diez años es denunciado por organizaciones sociales, campesinas, médicos y científicos independientes de las empresas.

300 millones de litros

En Argentina se aplica glifosato en más de 28 millones de hectáreas, volcando a los suelos más de 300 millones de litros de glifosato cada año. Los campos de soja transgénica, maíz y algodón son rociados con el herbicida  para que nada crezca, salvo los transgénicos. También está permitido su uso en cítricos, frutales de pepita (manzana, pera, membrillo), vid, yerba mate, girasol, pasturas, pinos y trigo. A partir del avance transgénico, aumentó geométricamente el uso del glifosato, desarrollado y comercializado inicialmente por Monsanto desde la década del ’70, aunque en el 2000 se venció la licencia y en la actualidad lo producen un centenar de empresas.
A medida que crecía la siembra de transgénicos, y mayor era el uso de agrotóxicos, se sumaban las denuncias por daños a la salud la salud. Caso emblemático de Argentina es el de las Madres del Barrio Ituzaingó Anexo en Córdoba, que incluso llegó a juicio penal con condenas para el productor y el fumigador. Y también se sumaron los estudios científicos que daban cuenta de abortos espontáneos, cáncer, malformaciones y afecciones agudas, entre otras consecuencias.

OMS

La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) es un ámbito especializado de la Organizaciones Mundial de la Salud (OMS). Luego de un año de trabajo de 17 expertos de once países, el 20 de marzo emitió un documento inédito: “Hay pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin)”. Detalla que la evidencia en humanos corresponde a la exposición de agricultores de Estados Unidos, Canadá y Suecia, con publicaciones científicas desde 2001. Y destaca que el herbicida “también causó daño del ADN y los cromosomas en las células humanas” (situación que tiene relación directa con el cáncer).
El IARC-OMS recuerda que, en estudios con ratones, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos había clasificado al glifosato como posible cancerígeno en 1985 pero luego (1991) modificó la calificación. Los científicos del IARC consideran que, desde la reevaluación de la EPA hasta la fecha, hubo “hallazgos significativos y resultados positivos para llegar a la conclusión de que existen pruebas suficientes de carcinogenicidad en animales de experimentación” y afirman que estudios en personas reportaron “incrementos en los marcadores sanguíneos de daño cromosómico” después de fumigaciones con glifosato.
El documento se llama “Evaluación de cinco insecticidas organofosforados y herbicidas”. Fue publicado en la sede del IARC en Lyon (Francia) y remarca que las evaluaciones son realizadas por grupos de “expertos internacionales” seleccionados sobre la base de sus conocimientos y sin conflictos de interés (no puede tener vinculación con las empresas). Publicaron un resumen de dos carillas y en breve estará el detalle en el denominado “Volumen 112 de las Monografías del IARC”.

En sangre y orina

La organización internacional recuerda que el glifosato es el herbicida de mayor uso mundial. Se utiliza en más de 750 productos diferentes para aplicaciones agrícolas, forestales, urbanos y en el hogar. Su uso se ha incrementado notablemente con el desarrollo de variedades de cultivos transgénicos y precisa que el agroquímico “ha sido detectado en el aire durante la pulverización, en agua y en los alimentos”. Y reconoce que la población “está expuesta principalmente a través de la residencia cerca de las zonas fumigadas”. Precisa que el glifosato se detectó en la sangre y la orina de los trabajadores agrícolas.
Con la nueva evaluación, el glifosato fue categorizado en el “Grupo 2A”, que significa en parámetros de la Organización Mundial de la Salud: “Probablemente cancerígeno para los seres humanos”. Esta categoría se utiliza cuando hay “pruebas limitadas” de carcinogenicidad en humanos y “suficiente evidencia” en animales de experimentación. La evidencia “limitada” significa que existe una “asociación positiva entre la exposición al químico y el cáncer” pero que no se pueden descartar “otras explicaciones”.
El IARC-OMS trabaja sobre cinco categorías de sustancias que tienen relación con el cáncer. El “Grupo 2A” es la segunda categoría en peligrosidad, sólo superada por “Grupo 1”, donde se ubican, por ejemplo, el asbesto y la radiación ionizante. “Por la nueva clasificación, el glifosato es tan cancerígeno como el PCB (compuesto químico que se usaba en los transformadores eléctricos) y el formaldehido, ambos miembros del Grupo 2A en cuanto su capacidad de generar cáncer en humanos”, explicó Medardo Avila Vazquez, de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados.

“Se debe prohibir”

La publicación de la Organización Mundial de la Salud fue bien recibida por las organizaciones sociales y científicos independientes (no vinculados a las empresas). Aunque también coincidieron en que la OMS tardó demasiado en reconocer los efectos del glifosato. “Es necesario saludar al IARC y a la OMS por ponerse al día con las investigaciones científicas. Es muy importante esta publicación, habrá un antes y un después, ya que fortalece la posición de los que venimos reclamando a las academias y a los responsables políticos la aplicación y plena vigencia del principio precautorio (tomar medidas urgentes para proteger a la población”, reclamó Damián Verzeñassi, de la Cátedra de Salud Socioambiental de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Rosario. “La OMS lo admitió, ya no pueden quedar dudas, el problema es mucho mayor de lo que se dice. El glifosato ha seguido el mismo camino que el endosulfan, el DDT, el cigarrillo y el Tamiflu”, explicó el investigador de la UNR.
Raúl Horacio Lucero, biólogo molecular e investigador de la Universidad del Nordeste, llamó a aplicar de manera urgente el principio precautorio vigente en la ley: “Se debe prohibir ya la comercialización y aplicación de este veneno”. También lamentó la demora de la OMS: “Si nos hubieran escuchado hace diez años se hubieran salvado muchas vidas”.

Otros agrotóxicos

El IARC-OMS también evaluó al malatión (herbicida) y al diazinón (insecticidas) como probable cancerígeno para los humanos (Grupo 2A, al igual que el glifosato). Los insecticidas tetraclorvinfos y paratión fueron clasificados como posiblemente cancerígeno para los seres humanos (Grupo 2B, con pruebas convincentes de que estos agentes causantes de cáncer en animales de laboratorio). Para el Malathion determinaron la vinculación con daño en el ADNI humano y tumores en roedores.

Monsanto

La empresa Monsanto, creadora del glifosato (bajo la marca Roundup) y principal señalada por la denuncias de perjuicios a la salud, siempre defendió su agroquímico en base a la clasificación de la OMS. La gacetilla institucional, que aún está en el sitio de Internet, llamado “Acerca del glifosato”, resalta que la OMS lo ubica como “producto que normalmente no ofrece peligro” y remarca en negrita un trabajo de 2004 en el que la OMS lo calificaba como “no cancerígeno”.
Monsanto siempre utilizó los argumentos de la OMS. Pero ayer cambió de opinión: “La IARC ha estado bajo críticas tanto por su proceso como el sesgo que ha demostrado”. La compañía acusó a la agencia de la OMS de que su conclusión no es exhaustiva, la considera “sesgada” y la acusa de no basarse en “ciencia de calidad”. Advirtió que ya entró en contacto con la OMS para solicitar una revisión del trabajo.
El comunicado de la mayor corporación del agro mundial sostiene que la clasificación de la IARC-OMS “no se apoya en datos científicos”. Alcanza con ver el documento oficial de la Agencia Internacional para la Investigación contra el Cáncer (IARC) para contabilizar al menos 16 trabajos científicos que confirman los efectos de los agroquímicos. Se citan investigaciones de 1985 hasta de 2015. No figuran los trabajos de David Saltamiras ni de Gary Williams, dos científicos que suelen atacar todo argumento académico contrario a los transgénicos y a los agroquímicos. No es casual: Saltamiras y Williams son empleados de Monsanto y por eso sus trabajos no figuran en la evaluación de la OMS.
Monsanto fue la creadora y mayor comercializadora de glifosato. En el 2000 venció su licencia, lo que abrió pasó a que otras empresas lo produzcan. En Argentina producen el herbicida las compañías Syngenta, Basf, Bayer, Dupont, Dow Agrosciences, Atanor, YPF, Nidera, Nufarm, Red Surcos, Vicentín y Sigma Agro, entre otras.

Carrasco tenía razón

Según estadística de la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe), que reúne a todas las grandes empresas de agroquímicos, en 1996 (cuando se aprobó la primera soja transgénica) se usaban en Argentina once millones de litros de glifosato. En 2012 se vendieron 182 millones de litros de glifosato. Desde hace tres años que Casafe no hace públicas las estadísticas de uso. Sí lo actualizó la Red de Médicos de Pueblos Fumigados. Afirma que en los campos argentinos se arrojan 320 millones de litros de glifosato por año y trece millones de personas en riesgo de ser afectadas por el químico.
Andrés Carrasco, jefe del Laboratorio de Embriología Molecular de la Facultad de Medicina de la UBA e investigador principal del Conicet, confirmó en 2009 que el glifosato producía malformaciones en embriones anfibios, incluso en dosis hasta muy inferiores a las utilizadas en el campo. En 2010 publicó su trabajo en la revista científica estadounidense Chemical Research in Toxicology (Investigación Química en Toxicología). Debió enfrentar una campaña de desprestigio por parte de las empresas, de sectores de la academia y de funcionarios políticos, como el ministro de Ciencia, Lino Barañao. “Los transgénicos y los agrotóxicos en Argentina son un experimento masivo a cielo abierto”, solía advertir en disertaciones y entrevistas. Carrasco, fallecido en mayo de 2014, afirmaba que la mayor prueba de los efectos de los agrotóxicos no había que buscarlas en los laboratorios, sino ir a las comunidades fumigadas.
Raúl Horacio Lucero, investigador chaqueño, le escribió ayer un correo a este periodista: “¿De qué se disfrazarán ahora los expertos del Conicet que tanto atacaron a Andrés Carrasco?”.
Viviana Peralta de San Jorge (Santa Fe), Laura Mazzitelli y Elio Servín de La Leonesa (Chaco), Fabián Tomasi y Don Julio Ariza (Entre Ríos), Miriam Samudio de Puerto Piray (Misiones), Sofía Gatica y María Godoy del Barrio Ituzaingó (Córdoba), María Cristina Monsalvo y Víctor Fernández (de Alberti, Buenos Aires). Una mínima muestra de quiénes denuncian desde hace años los efectos de los agroquímicos. Fueron, la mayoría de las veces, desoídos y maltratados por el poder político, judicial y mediático.
La Organización Mundial de la Salud comenzó a reconocer que los vecinos de a pie tenían razón.
Fuente: http://www.lavaca.org/notas/confirmado-la-oms-ratifico-que-el-glifosato-de-las-fumigaciones-puede-provocar-cancer/

jueves, 13 de noviembre de 2014

Entrevista a Fabian Tomasi

Durísima entrevista con un hombre que lleva en su cuerpo, las consecuencias de la exposición a agroquímicos, y el abandono de los ejecutivos.



Fuente: http://www.ivoox.com/entrevista-a-fabian-tomasi-audios-mp3_rf_3729835_1.html

Fabian Tomasi


El ex trabajador del campo Fabian Tomasi, de 47 años, muestra la condición de su cuerpo demacrado mientras se encuentra dentro de su casa en Basavilbaso, en la provincia de Entre Ríos, Argentina, el 29 de marzo. El trabajo de Tomasi era mantener a los aviones fumigadores volar llenando rápidamente sus tanques pero él dice que nunca fue entrenado para manejar pesticidas. Ahora está a punto de morir de polineuropatía. "Me preparé millones de litros de veneno y sin ningún tipo de protección, ni guantes, máscaras o ropa especial. Yo no sabía nada. Me enteré más tarde de lo que me hizo a mí, después de contactar con los científicos," dijo. (Natacha Pisarenko / Associated Press) #

Fuente: http://noticiasalternativasdelmundo.blogspot.com.ar/search?q=fabian

"Detrás de cada delito penal ambiental hay un funcionario corrupto"

DERECHO PENAL AMBIENTAL

"Detrás de cada delito penal ambiental hay un funcionario corrupto"

 11/11/2014Lo aseguró Antonio Gómez, fundador de la red de Fiscales Ambientales de América, y actual fiscal de Cámara Federal de Tucumán. El experto estuvo ayer en Roca.

ROCA.- Desde pingüinos empetrolados hasta residuos patógenos sin tratamiento, pasando por las secuelas contaminantes de la actividad petrolera y gasífera y el uso descontrolado de agroquímicos, todos son delitos penales ambientales. "Son muchas las actividades que generan contaminación, siempre con connivencia o negligencia de funcionarios públicos, y las víctimas somos todos", advierte Antonio Gómez, fundador de la red de Fiscales Ambientales de América, y actual fiscal de Cámara Federal de Tucumán. El experto estuvo ayer en Roca, invitado por el fiscal general de Río Negro, Marcelo Álvarez, para brindar un taller sobre esa materia del que participaron funcionarios judiciales, representantes de organizaciones ambientalistas y varios referentes de organismos públicos.
"Si el narcotráfico afecta a un 20% de la población, los delitos ambientales afectan al 100%. Eso nos tiene que servir para dimensionar la gravedad del asunto", sostiene Gómez, quien durante el taller demandó de los fiscales más compromiso en la investigación de este tipo de delitos y a la vez alentó a la ciudadanía no sólo a denunciar "ante la primera fiscalía que tengan a mano" sino también a participar de las causas como querellantes, aun con la advertencia de que habrá "presiones de empresas internacionales aliadas con los gobiernos, interminables trámites de deslindes de competencia judicial y temor de los propios denunciantes, de los fiscales y de los jueces".
"El fracking y los agrotóxicos pueden ser mortales, pero no hace falta que alguien muera intoxicado para que exista delito; alcanza con que se genere el peligro, con que se violen los reglamentos, con que se falseen los estudios de impacto ambiental", aclara Gómez, quien a lo largo de su carrera ha intervenido en causas tan paradigmáticas como la mina La Alumbrera de Catamarca o los derrames de petróleo en la costa chubutense.
"Detrás de cada delito penal ambiental hay un funcionario corrupto", advierte el fiscal, condenando -por ejemplo- las cláusulas "secretas" del acuerdo Chevron-YPF en materia ambiental y el "pase de pelota" entre la Justicia Federal y los juzgados provinciales que termina dejando impunes muchos delitos que afectan al ambiente. "El poder económico y el poder político son aliados en estos casos, donde la variable de ajuste termina siento la seguridad ambiental para garantizar el rédito empresarial. Por eso el responsable penal siempre es el que se beneficia económicamente con la contaminación y el funcionario que se lo permite, convirtiéndose en cómplice", sostiene Gómez.
Sin dudarlo advierte que el sector más gravemente contaminado en la Argentina es hoy la zona del río Matanza - Riachuelo, en Buenos Aires. Las opiniones, dictámenes y otros trabajos del expositor en materia de derecho penal ambiental pueden leerse en los sitios web www.fiscaliagraltucuman.gov.ar o en www.fiscalgomez.com.ar.

Fuente: http://rionegro.com.ar/diario/detras-de-cada-delito-penal-ambiental-hay-un-funcionario-corrupto-4855407-9574-nota.asp  http://entrerioslibredefrackingchajari.blogspot.com.ar/

miércoles, 8 de octubre de 2014

Arándanos y agroquímicos en Blueberries S.A.

El periodista Patricio Eleisegui, es al autor del libro que se titula “Fruto de la Desgracia”. El trabajo periodístico se desarrolla en Concordia y gira en torno al arándano y a su forma de producción con agroquímicos. “El Fruto de la Desgracia” involucra la muerte de Edgardo Ferreyra de 48 años, trabajador de Blueberries SA, y a actores como la vocera y empresaria Graciela M. de Taylor, la doctora Mónica Murtagh y OSPRERA (Obra Social de los Trabajadores Rurales), entre otros. Lo siguiente es un anticipo en exclusiva del minucioso trabajo de investigación que se divulgará en estos días; el mismo muestra y expone lo que sucede en Concordia alrededor del arándano.

El periodista Patricio Eleisegui de Buenos Aires es autor de “Envenenados. Una bomba química nos extermina en silencio” (Ed. Wu Wei 2014). En él expone los efectos nocivos en la salud de las personas de los agroquímicos que se utilizan en el cultivo de soja. Ahora vuelve a aparecer en el campo periodístico con una investigación sobre la producción y la gestación del arándano en Concordia, titulada “Fruto de la Desgracia. Agroquímicos y esclavos para un mundo con arándano argentino”.
En la presente investigación Eleisegui hace contacto con Edgardo Ferreyra (a quien corresponde la imagen del informe), el cual, en palabras del autor, se convirtió en el acontecimiento decisivo “que disparó la concreción de este trabajo”.
Edgardo Ferreyra fue empleado de una de las mayores productoras de arándanos de la Argentina Blueberries SA;  aseguraba que su sangre había sido contaminada por el uso de agroquímicos en el cultivo de los arándanos para dicha compañía
El martes 10 de junio falleció en el hospital Masvernat a sus 48 años. A Ferreyra el cáncer se lo llevó en seis meses; al morir presentaba deformaciones y bultos rojizos, luego que se le diagnosticara, a inicios de 2014, la presencia de linfomas por todo el cuerpo.

TESTIMONIO EN PRIMERA PERSONA: “YO COMÍ ARÁNDANO ENVENENADO”
“Yo comí arándano envenenado… En el 2012 fui y comí de vuelta. Había caído piedra y para no perder la fruta, la empresa le echó químicos. Querían que la fruta haga cáscara otra vez. Eso es lo que me contaminó a mí. Ahora tengo todo el cuerpo tomado con linfomas. Ahí mismo, en la empresa, murió un muchacho de Concordia por la misma causa y hay diez más complicados en la misma situación. Esos son de distintas partes de país. Los dolores que siento son insoportables. Estoy con quimioterapia”, relataba Edgardo Ferreyra, oriundo de Federación, también remisero y albañil; quien trabajó en temporada de cosecha, de octubre a diciembre.
Ferreyra explicaba en el primer contacto con Eleisegui, durante el mes de abril, que la tarea que desempeñaba dentro de la empresa Blueberries era la de operario: “Trabajaba adentro del galpón, manejando los botones de las máquinas, nada más. Máquinas que elevan la fruta para la envasadora. Que no venga la fruta muy rápido, esas cosas. Yo no estaba en el campo ni nada. Estaba en blanco y todo”.
“Los primeros síntomas de la intoxicación los empecé a sentir a fines de ese 2012 que yo comí. Después estuve todo el 2013 enfermo, imposibilitado. Los de la mutual OSPRERA (obra social de los trabajadores rurales) me rechazaron todos los papeles. Y la empresa, como hace un año, terminó la zafra y cerró la oficina. Todos desaparecieron”, exponía Ferreyra; testimonio que va desandando a lo largo de la investigación.

MONICA MURTAGH, LA MÉDICA DESENTENDIDA DE LOS AGROQUÍMICOS
La doctora que lo atendió es Mónica Murtagh, jefa en el servicio de Hematología del hospital Masvernat, “directamente me encuentra cáncer en la sangre. Al mes de los primeros estudios ya tenía la mitad de los glóbulos rojos que debería tener. Todos los bultos en el cuerpo me empezaron a aparecer a partir de enero de este año”, contaba Ferreyra a Eleisegui. A lo que agregaba “Está comprobado, eso me dijo mi médica, que no había que comer arándanos porque estaba con químico”.
El mismo Eleisegui contactó, vía telefónica, a la médica Mónica Murtagh, y después de un par de preguntas, “la doctora en cuestión hizo gala de contradicciones hasta concluir el diálogo de manera intempestiva. En todo momento, su intención fue la de no referirse a la situación del ex empleado del arándano, incluso adujo desconocer su dolencia”.
“No tengo idea de qué productos se usan en los arándanos. Pero los organofosforados no son la bomba de Hiroshima”, expresaba la médica Mónica Murtagh.
El autor del libro “Envenenados” es contundente en relación a las palabras y a la postura de la profesional de la salud Mónica Murtagh ante la problemática de los agroquímicos: “Pese a que en todo momento remarcó su desconocimiento respecto de los plaguicidas que se aplican sobre la fruta, la especialista insistió con que ´no se puede decir que hay una relación directa con los organofosforados´-palabra que jamás pronunció este autor en todo el diálogo- además de repetir una apreciación que fija una postura frente al problema de la contaminación con agroquímicos: “Los organofosforados no son la bomba de Hiroshima”.
El “Fruto de la Desgracia” explica el origen y el devenir de los organofosforados, cuyo principal desarrollo se dio en la Segunda Guerra Mundial pero aparece como gas letal en la guerra entre Irak-Irán de los años 80 y en los atentados terroristas en Japón del ´94 Y ´95, hasta llegar a convertirse en parte de activa de los pesticidas.
La investigación brinda información rigurosa y detallada de los pesticidas basados en organofosforados que se utilizan sobre el arándano en Concordia; en un fragmento nos dice: “-pese a que Murtagh dijo no estar al tanto de los químicos que demanda la actividad- se destacan los insecticidas metilazinfos y clorpirifos que tanto la germana Bayer como la estadounidense Dow comercializan bajo las etiquetas Gusathion 36 SC y Lorsba”.

ARÁNDANOS SIN LAVAR PARA EL MERCADO INTERNO
Patricio Eleisegui consultó a Graciela M. de Taylor, la vocera de la Asociación de Productores de Arándanos de la Mesopotamia Argentina (APAMA), sobre la vinculación entre la producción del arándano y agroquímicos.
“Hoy no existe producción que no lleve agroquímicos. Yo soy productora de cítricos también, y de variedades de frambuesa y nueces. Toda la producción frutihortícola, absolutamente toda, a no ser que venga con una certificación de orgánico, lleva agroquímico”, manifestó la empresaria Graciela M. de Taylor y vocera de APAMA.
Reconoció que “La fruta va así. Se pasa nada más por una clasificación para sacar el arándano que está deteriorado. A la fruta no se le hace nada posterior”, aseverando que “Un problema por contaminación con algún producto o un residuo de fumigación te puede pasar con cualquier fruta”.
La reflexión que decanta de las expresiones vertidas por Graciela M. de Taylor en el “Fruto de la Desgracia” es la reveladora frase de Eleisegui: “La misma cámara que nuclea a las empresas productoras de Concordia, reconocen y destacan que la fruta no se limpia o lava en ningún momento”.
En la investigación aparecen distintos relatos de ex empleados, por ejemplo, de La Granja Azul SRL, donde uno de ellos destaca que: “En Concordia se usa mucho glifosato. No se le aplica a la planta del arándano, pero si al suelo, alrededor del tronco, para matar los yuyos. Al momento del análisis, los productores tienen mucho cuidado de dónde toman las muestras. Así, no se saca fruta de la parte de debajo de la planta”.
Luego, y en estricto off the record, un despachante de aduana con pasado en la exportadora Sun Belle cuenta la forma en que se comercializa la fruta, explicitando que “Por supuesto que el arándano no se lava. El inconveniente está sobre todo en el producto que queda para el consumo interno, porque es el descarte y directamente no se controla qué tiene y qué no”.

ARÁNDANO CON BROMURO DE METILO PARA EEUU
Cabe destacar que al arándano que se exporta desde Concordia a los Estados Unidos, el que representa el 95%, le corresponde una fumigación extra. La misma es exigida por Estados Unidos a sus proveedores para poder comercializar la fruta. Antes de su envío al mercado norteamericano la fruta resulta empacada en pallets que luego son fumigados con bromuro de metilo, el cual elimina los residuos químicos.

CONCLUSIÓN
El trabajo periodístico brinda detalles del titular de Blueberries SA, el empresario mendocino Ulises Sábato quien presenta domicilio en Nueva Jersey, EEUU. Contacta al abogado de Edgardo Ferreyra, Andrés Pessolani, quien cuenta que “la misma empresa les daba la fruta para que coman en el horario del almuerzo. Y esa fruta venía con químicos”.
La investigación consta de un capítulo titulado “Cultivar con esclavos”. Allí se entrevista con Alcides Camejo, actual secretario general del sindicato de la Fruta de Entre Ríos, quien aporta material fotográfico sobre las condiciones laborales de los empleados del arándano, una estructura que mueve en Concordia hasta 15.000 trabajadores.
Para no extendernos por demás, recomendamos a quien esté interesado en la problemática de los agroquímicos en Concordia, la lectura del “Fruto de la Desgracia” de Patricio Eleisegui, el cual verá la luz pública en breve.

http://www.diariojunio.com.ar/noticia.php?noticia=64236

Recordando al profesor Carrasco: Andrés Carrasco vs. Monsanto

Andres_Carrasco

El profesor Andrés Carrasco tuvo enemigos muy poderosos, pero también muchos amigos en un país que depende en gran medida de la soja transgénica.
A continuación mostramos el homenaje que le han rendido en un medio de comunicación de Venezuela. después de su muerte el pasado mes de mayo. La prensa corporativa argentina ha mantenido silencio sobre su muerte y su trayectoria, por las razones que se explican en el artículo.
Las investigaciones de Andrés Carrasco han sido fundamentales para que el mundo conociese los terribles daños que en la salud de las personas causa la fumigación de Roundup en los cultivos transgénicos.
Extracto: Las autoridades han estado rechazando de forma repetida las denunciadas presentadas, considerándolas como meras expresiones de paranoia o de exageraciones. Como los principales medios de comunicación, periódicos y canales de televisión, son parte interesada en el comercio agrícola, también les ha ignorado.
Andrés Carrasco tenía un gran sentido de la responsabilidad ética ante la sociedad: el papel del científico debiera ser el de trabajar por el bienestar general. Fue un feroz crítico de la idea de que la Ciencia debe estar al servicio de las empresas o del crecimiento económico per se.
Andres Carrasco vs. Monsanto
por Ezequiel Adamovsky
Telesur (Venezuela), 1 de octubre 2014
El profesor Andrés Carrasco se ganó muchos enemigos en un país que depende en gran medida de la agricultura, en su mayoría dominada por los cultivos transgénicos, ocupando la soja el primer lugar.
Cuando el profesor Andrés Carrasco murió el pasado mes de mayo, a los 67 años de edad, elWashington Post, publicó un artículo titulado “Muere el científico argentino que desafió a Monsanto”. Otros periodistas estadounidenses y de todo el mundo, desde el Times de la IndiaLa Jornada de México, y docenas de sitios web (incluyendo Fox News y Salon), publicaron artículos similares. Hasta hace unos años, Andrés Carrasco, biólogo molecular de laUniversidad de Buenos Aires y expresidente del Consejo Científico de Argentina (CONICET), era conocido únicamente entre los expertos en desarrollo embrionario, su campo de investigación. Pero a partir del año 2009 ganó notoriedad mundial por su estudio de los efectos del glifosato, uno de los herbicidas más utilizados en el mundo, y que comercializa Monsanto. Las investigaciones de Carrasco han demostrado que cantidades mínimas de glifosato pueden causar daños neurológicos en los embriones de rana, lo que sugiere muchos de los defectos de nacimiento que se han detectado en las comunidades agrícolas de Argentina. No en vano, sus descubrimientos se convirtieron en un grave problema de relaciones públicas con Monsanto, cada vez más preocupada por el aumento de las evidencias científicas que apuntan en esa dirección.
Contrariamente a la atención internacional, los lectores del periódico de Argentina más leído,Clarín, ni siquiera les informó de la muerte de Carrasco, que hasta el día de hoy no ha dicho nada sobre este asunto. La Nación, el segundo diario más leído en Argentina, sólo publicó unbreve obituario cuatro días después del fallecimiento. La mitad de este texto se emplea en desacreditar las conclusiones de Carrasco, una cosa bastante extraña cuando se trata de un obituario. Ambos periódicos pertenecen a empresas con vínculos directos con los agronegocios y tratan de forma reiterada en desacreditar toda información crítica y opiniones relacionadas con las actividades de Monsanto en Argentina. De hecho, el profesor Andrés Carrasco se ganó muchos enemigos en un país que depende en gran medida de la agricultura, en su mayoría dominada por los cultivos transgénicos, entre ellos la soja ocupando el primer lugar.
La primera variedad de soja transgénica tolerante al glifosato (Roundup) fue aprobada por el Estado argentino en 1996 durante el segundo mandato del neoliberal Carlos Menem. El proceso de aprobación fue sorprendentemente rápido: los únicos estudios de toxicidad que se consultaron fueron los aportados por Monsanto. Desde entonces, la proporción de tierra agrícola argentina que va siendo ocupada por la soja transgénica creció de forma espectacular, hasta alcanzar el máximo hoy en día, que se estima en torno al 50%. Como todos estos cultivos requieren de fumigaciones con glifosato, sus efectos tóxicos se hicieron cada vez más evidentes. Al cabo de unos años, las comunidades rurales empezaron a notar un aumento de casos de malformaciones, generalmente raras, y de casos de cáncer, enfermedades neuronales y respiratorias. Pero su voz no se oía: como una gran parte de los ingresos del Estado provienen de los impuestos sobre las exportaciones agrícolas, de la soja en particular, ninguno de los posteriores presidentes hizo mucho por analizar seriamente la situación, mientras que los gobernadores y alcaldes de todas las tendencias políticas no están particularmente interesados en desafiar el poder de los agricultores y empresas que pagan impuestos. La actual presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, se ha convertido en una de las mayores fans de Monsanto, una Corporación que menciona en sus discursos de una forma amistosa, como un inversor que trae ingresos y tecnología. Así que las denuncias de las personas corrientes siguen siendo desechadas por las autoridades: meras expresiones de paranoia o exageraciones ambientalistas.
Andrés Carrasco tenía un gran sentido de la responsabilidad ética ante la sociedad: el papel del científico debiera ser el de trabajar por el bienestar general. Fue un feroz crítico de la idea de que la Ciencia debe estar al servicio de las empresas o del crecimiento económico per se. Dándose cuenta de las preocupaciones de las comunidades rurales, decidió centrar sus investigaciones sobre los posibles efectos del glifosato en la salud humana, utilizando para ello embriones de rana. Al descubrir los efectos teratogénicos, dio a conocer estos resultados: se puso en contacto con Darío Aranda, uno de los pocos periodistas que estaban prestando atención a las comunidades rurales, y en abril de 2009 alcanza la primera plana del diario Página 12, el principal periódico progresista de Argentina. Su anterior vida tranquila de científico cambió para siempre. De inmediato abogados de CASAFE (una asociación que reúne a las principales corporaciones de agroquímicos, incluyendo a Monsanto) asaltaron literalmente su laboratorio en busca de documentos y pruebas de investigación. Pero siendo un hombre valiente y de fuerte temperamento, logró echarlos con rapidez. Después vinieron las amenazas anónimas y las intimidaciones por teléfono, Pero lo peor de todo fueron los ataques a su integridad y a su reputación como científico. Nada menos que el Ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, declaró públicamente que las investigaciones de Carrasco no merecían ninguna credibilidad. Por otro lado, el Ministro envió un correo electrónico privado a la Comisión Nacional de Ética en Ciencia y Tecnología, sugiriendo que debían evaluar el comportamiento de Carrasco por razones éticas. Pero al filtrarse el correo a la prensa, el Comité dio marcha atrás. Carrasco se defendió diciendo que el argumento del supuesto incumplimiento ético, es decir, la divulgación de información científica antes de ser publicada en una revista académica seria, no era válido, ya que el suyo fue un acto ético. La importancia del descubrimiento requería de medidas urgentes: no cabía esperar el largo proceso de publicación académica. Poco después anunció que su investigación estaba bajo consideración de una reconocida revista internacional ( no mentía, ya que se publicó en la revista estadounidense revisada por pares Chemical Research in Toxicology) Los funcionarios estatales argentinos no fueron sus mayores enemigos. Gracias a Wikileaks, Andrés Carrasco se enteró de que la Embajada de Estados Unidos en Argentina también había ejercido presiones contra él. Otras formas de hostigamiento continuaron durante los dos años posteriores. En agosto de 2010, casi fue linchado por una turba de hombres de negocios y políticos locales cuando iba a dar una charla en la provincia de Chaco. El último insulto le llegó en 2013, cuando la junta del CONICET declinó su petición de ocupar la categoría más alta dentro del sistema público de investigación ( algo para lo que tenía sobradas cualificaciones).
Sin embargo, Carrasco también hizo muchos amigos durante estos años. Desde 2009, los movimientos sociales, organizaciones campesinas, asociaciones de vecinos fumigados, los indígenas expulsados de sus tierras debido a la expansión de la Agroindustria, activistas y científicos afines, estudiantes y periodistas, se interesaron por su trabajo. Fue invitado a docenas de Universidades y dio multitud de conferencias científicas para presentar sus hallazgos, tanto en Argentina como en el extranjero; pero también lo hizo en escuelas rurales y en asambleas de vecinos de todo el país. Aprovechó cada oportunidad que le dieron para advertir a la gente de los efectos del glifosato, incluso cuando su salud empeoró. De ser un científico apenas conocido, en pocos años de convirtió en un figura pública, para muchos en un héroe.
El pasado mes de junio, la Escuela de Medicina de la Universidad de Rosario ( la tercera ciudad más grande de Argentina) estableció el día 16 de junio, el día del cumpleaños de Carrasco, como el Día de la Ciencia Digna (Día de la Dignidad en la Ciencia), para así celebrar el papel del conocimiento y los servicios prestados por los científicos a la comunidad ( no sólo el servicio de obtener ganancias). Otras Universidades argentinas ya han acordado conmemorar también ese día. Teniendo en cuenta que las Universidades y los científicos de todo el mundo están bajo presión para convertirse en un mecanismo de las empresas, que proporcionan una investigación barata, sería una gran oportunidad que en todo el mundo se conmemorase tal día: el Día de la Dignidad en la Ciencia.
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Procedencia del artículo:
http://noticiasdeabajo.wordpress.com/2014/10/04/recordando-al-profesor-carrasco-andres-carrasco-vs-monsanto/

martes, 7 de octubre de 2014

Leila, arrancada como la maleza


Publicado: 07 Octubre 2014
Por Silvana Melo
(APe).- El viernes murió Leila. Peladita como en la foto por la agresión química de la terapia. Invadida por la leucemia como por la maleza las hierbas buenas. Porque Leila era una hierba buena, tierna, débil como los gurises de Entre Ríos. Y fue atacada como si fuera maleza. Por la otra agresión química. Por los glifosatos, los endosulfanes, los 2,4-D, inteligentes y selectivos, que no hacen mella de los cultivos atravesados por la transgénesis pero sí emborrachan y matan pájaros, perros, flores. Y niños.
Leila vivía en San Salvador, un pueblo de Entre Ríos con 17 mil habitantes, capital del arroz intrusada por la soja, fumigada brutalmente, con un conteo de muertes por cánceres diversos que la gente enumera por debajo pero pocos se animan a plantar como bandera. Es que los cereales son la fuente de trabajo, directa e indirecta, de la mayoría. En pueblos como San Salvador, si no es el intendente el que tiene campo, es el médico del pueblo. O el presidente de la cooperadora de la escuela. Entonces en las charlas en las que las dirigencias se vieron obligadas a analizar las causas del aumento de los tumores (imposibles de ocultar por más que los funcionarios ofrecieron sus dedos para el eclipse del sol) se habló de los peligros del cigarrillo.
Pero el viernes murió Leila. Que no alcanzó a cumplir quince porque los venenos le arrebataron la fiesta y los onces de diciembre en los que tenía planeado celebrar.
Durante mucho tiempo el 629 de la calle 1º de Mayo estuvo vacío. Leila Derudder estaba en el Garrahan y toda su familia le hacía el aguante turnándose. En los alrededores de su casa, el cáncer es un vecino más. Cada uno tiene su historia, que es extra-oficial. Hormiguea por las calles, pero no por los despachos oficiales. Las esquinas manejan sus propios certificados de muerte (tumores, leucemias) y desmienten a los de defunción de los hospitales (paro cardiorrespiratorio).
Andrea Kloster es una de las vecinas de Leila. Organiza eventos pero cada vez la contratan menos. Lo admitió en el Aula D del Garrahan, el miércoles 1, cuando el espacio se colmó para escuchar a Darío Gianfelici, médico rural de Entre Ríos. Que relató detalladamente las consecuencias de las fumigaciones sobre los seres vivos. Especialmente sobre los niños. Que se envenenan con menos cantidad de plaguicidas que los adultos. Porque el sistema inmunológico no está completamente desarrollado. Porque el hígado humano no tiene la capacidad de descomponer plaguicidas. Porque aman el juego, se llenan los pies de barro y chapotean en los charcos a la vera de los sembrados. Dice Gianfelici: “Los chicos siempre van atrás del mosquito (avión fumigador) porque como los pájaros quedan atontados por el veneno los pueden agarrar con la mano”.
San Salvador tiene 17 mil habitantes. Andrea Kloster apareció en ese pequeño recinto, apenas un punto en la inmensidad del Garrahan. Donde la enfermera Mercedes Méndez resiste a los molinos de viento sistémicos y logra reunir a unos cuantos profesionales que comienzan a admitir que a sus manos llegan niños fumigados desde ciertas provincias. Y que los ven morir estragados por los tumores.
“Hace un año empezamos a darnos cuenta de cómo se morían nuestros vecinos”, dijo Andrea. “No se diagnostican los casos. Alrededor del pueblo hay cincuenta industrias. Usan el cauce del arroyito para lavar las fumigadoras. No hay pescado, sapos ni pajaritos”.
Si no navegara en aguas de tragedia, la historia de la subdiagnosticación tendría ribetes bizarros. A Leila “le dolían los huesos. En el hospital de San Salvador le dijeron que era dolor de crecimiento. En Paraná la mandaron urgente a Buenos Aires”. Como el caso de Carla, citado por Luna Lovegood en el diario digital Conectate Paraná: “Carlita empezó a caminar torcido y un traumatólogo le dijo que no tenía nada. Gritaba del dolor de cabeza y le daban analgésicos. Le salieron manchas en la piel y le dieron pomada para hongos. Tuvo arcadas y vómitos y le diagnosticaron desde bulimia hasta gastritis severa. Se le empezaron a caer las uñas, como si tuviera los dedos infectados y podridos, y decían que era por ponérselos en la boca”. En el mismo rumbo de la charla sobre cáncer producido por agrotóxicos en los que se terminó hablando de los peligros del tabaco.
El pueblo está rodeado de sembradíos. El arroz que le concedió el título de capital, está cada vez más arrinconado por la soja. Cayó en un 30 por ciento en los últimos dos años. Resisten 8.000 hectáreas de arroz contra más de 30.000 de soja. Los padres de niños muertos dejan de tener miedo a las cosas del mundo. Nada peor puede pasarles y van al frente. Suelen ser la infantería de todas las luchas. “Estamos rodeados de fumigaciones”, dicen. Entre las casas se intercalan los silos, obesos de arroz fumigado. Y el pueblo queda como “un pozo lleno de polvo de cereal y pesticidas”. Los vecinos hacen cuentas: dicen que la mitad de sus muertos entre 2013 y 2014 tenían cáncer. El promedio país oscila entre el 18 y el 20%.
El Grupo de Genética y Mutagénesis Ambiental (GEMA) de la Universidad Nacional de Río Cuarto, después de ocho años de estudio, determinó que “los agroquímicos generan daño genético y conllevan mayores probabilidades de contraer cáncer, sufrir abortos espontáneos y nacimientos con malformaciones. (…) Confirmaron con estudios en personas y animales las consecuencias sanitarias del modelo agropecuario. Glifosato, endosulfan, atrazina, cipermetrina y clorpirifós son algunos de los agroquímicos perjudiciales” (Página 12, 6/10/14).
En soledad casi aterradora (lo acompañan Daniel Verzeñassi en Rosario y Medardo Avila en Córdoba) el doctor Gianfelici fatigaba el miércoles las imágenes de un proyector en un reducto aislado del Garrahan. “Se nos presenta un niño con intoxicación aguda, diarrea, vómitos, dolor. Con medicación se le pasa. A los diez años el mismo niño aparece con leucemia”.
Mientras Andrea Kloster relataba la especialidad de la Directora de Epidemiología de Entre Ríos (es veterinaria), una médica lloraba conmovida por Leila. “La estoy atendiendo y se va a morir hoy”, decía entre espasmos. Resistió apenas dos días más. Gianfelici explicaba entonces por qué los médicos prefieren diagnosticar en divorcio con los agroquímicos. “El médico llega al pueblo con su familia. Tiene un crecimiento profesional y económico y qué hace… compra campo”. Pero también “sus pacientes dejan de ir si denuncia la fuente de trabajo”. Y si se trata de escuelas fumigadas (existe una amplia acción de AGMER para alejar la deriva envenenada de las escuelas) “cómo hace el docente si el presidente de la cooperadora es el dueño del campo de al lado”.
Esa incomodidad estructural se vivió el día en que, con el doctor Daniel Verzeñassi presente, la gente hablaba de los químicos y el intendente, del cigarrillo. “Levante la mano quién ha tenido o tiene cercano un familiar o amigo con cáncer, infertilidad masculina, aborto espontáneo, problema tiroideo, leucemia, linfoma, tumores, malformaciones de bebés”. Nueve de cada diez levantaron la mano.
En su último artículo antes de morir, el biólogo molecular Andrés Carrasco (condenado al escarnio y la soledad por el poder económico, científico y político) aseguró que “el negocio global de alimentos agota recursos no renovables por cuenta y necesidad de un modelo depredador que necesita el control de toda la cadena para ejercer hegemonía y asegurar la rentabilidad. Es un sistema de saqueo e iniquidad que no contempla el bien común o la felicidad del pueblo, que destruye vida, naturaleza y autonomía y que genera más hambre y exclusión”.
Leila murió el viernes. Tenía 14 años y una sonrisa de dientes separados y picardía. Y creció rodeada de la soja y el arroz, respirando y embebiéndose de la deriva. Pocos años atrás murieron José Rivero y Nicolás Arévalo, víctimas de los tomatales de Lavalle. Y de la tierra húmeda de venenos sobre la que corrían descalzos y se revolcaban en los veranos correntinos.
Son muchos más. Innumerables los nombres.
Aunque Leila, José y Nicolás se hayan vuelto íconos vaya a saber por qué. Tan bellos y niños. Tan arrancados de cuajo como la maleza.

Edición: 2789
 http://www.pelotadetrapo.org.ar/leila,-arrancada-como-la-maleza.html

jueves, 25 de septiembre de 2014

¿COMO QUERES QUE TE FUMIGUEN?

RESPECTO DE LAS FUMIGACIONES
                La regulación de las fumigaciones agrícolas con agrotóxicos se ha instalado en el debate social como consecuencia de los daños que ocasionan los productos utilizados sobre la naturaleza y la vida en general.
                Frente al problema, en la legislatura provincial se han presentado dos proyectos para reglamentarlas que comentaremos brevemente.
Proyecto Arlettaz-Cresto
Los senadores de Colón y Concordia elaboraron un proyecto funcional  a los intereses de las empresas que han instalado el modelo de agricultura industrial vigente basado en el uso de semillas genéticamente manipuladas y agrotóxicos.
La síntesis de la propuesta consiste en la permisividad casi ilimitada a los fumigadores para que ejerzan sus prácticas sobre poblaciones, animales y acuíferos sometiendo a todos a graves riesgos de envenenamiento y enfermedades.
El espíritu de los senadores queda manifestado cuando proponen otorgar el control de las normas, no a los organismos de salud y/o ambiente sino a la Secretaría de la Producción, lo que en buen romance significa dejar las gallinas al cuidado del zorro.
La resistencia social que encontraron a su proyecto fue tan grande que no lo han podido sancionar.
Proyecto Melchiori
El representante de Islas del Ibicuy mientras tanto sometió a consideración un proyecto donde se pone énfasis en el alejamiento de los peligrosos tóxicos del contacto con humanos y acuíferos, prohibiendo lisa y llanamente las fumigaciones aéreas y aumentando la distancia de protección a 1.000metros.   Además la idea del proponente es que el control del cumplimiento de la norma este en manos de la Secretaría de ambiente.
Claramente el Proyecto presentado por Melchiori  es preferible al de Arlettaz-Crespo, aunque las distancias planteadas en él serían de difícil control de cumplimiento por los enormes intereses económicos en juego y  la proverbial incapacidad del Secretario de Ambiente de la provincia para tomar iniciáticas proactivas en defensa de la salud de los entrerrianos, los acuíferos y el ambiente en general.
De hecho y confirmando lo dicho, las primeras declaraciones del Secretario Raffo en referencia al proyecto de Melchiori fueron que había que buscar el punto medio entre los intereses de los productores y las personas, ratificando su cuestionable idea que hay que dejar a los fumigadores que envenenen un poco a la gente  ¿Cuánto? Nos gustaría escucharlo a él aclararlo.

Nuestra postura
Desde hace años Fundavida plantea la necesidad de cambiar la matriz productiva agrícola abandonando el modelo basado en el uso de OGMs y agrotóxicos.   Hemos incluso enfrentado a otras agrupaciones ambientalistas que  manifestaban que en la provincia de Entre Ríos “no existen conflictos sociales suscitados por las fumigaciones”[i](SIC)
Hoy día no hay espacio para enunciados genéricos referidos a modelos productivos ecológicos sin especificarlos porque corremos el riesgo de que nos envíen al rincón de los idealistas líricos poniéndose los defensores del glifosato en el lugar reservado para quienes enfrentan desde una perspectiva práctica los problemas reales de la humanidad.
El problema real de la humanidad hoy es precisamente que  los alimentos que se están produciendo están enfermando a quienes los consumen, agotando los suelos y envenenado los acuíferos.
Es necesario preservar la fertilidad y lograr cosechas suficientes para alimentar a todos los seres que habitamos el planeta
El modelo productivo que se  debe practicar es el mismo que la humanidad utilizo durante 10.000 años basado en dos técnicas ancestrales: la rotación de cultivos y los barbechos.  Este modelo fue abandonado en el siglo XX por los intereses de las grandes compañías químicas que  junto a los capitales especulativos internacionales diseñaron e instalaron la forma actual con el objeto de apoderarse del recurso alimentario global cosa que están logrando sin que se lo impidamos
Debemos retomar la agricultura histórica, que aún hoy utilizan muchas comunidades basada en barbechos, que es la práctica de alternar cultivos con descansos para recuperar materia orgánica y humedad y controlar los organismos patógenos;  y la rotación de cultivos que restablece los nutrientes y los equilibrios necesario para preservar los suelos.
Además el avance de las ciencias agronómicas, de la meteorología, de las comunicaciones y en fin de la ciencia en general crea nuevas posibilidades de mejoramiento de estas sabias técnicas agrícolas, ecológicas y sostenibles.
La encrucijada es clara: dejamos que los especuladores financieros en sociedad con las multinacionales químicas se adueñen de la fertilidad para agotarla y envenenarnos o recuperamos el control de estos recursos estratégicos para el bien de la humanidad.
http://www.fundavida.org.ar/web2.0/2014/09/23/como-queres-que-te-fumiguen/#.VCTR5Gd5M2A